En un artículo titulado "Una escuela de aprendizaje" La Tercera, 8 de Marzo 2006, p. 2) Sergio Martinic (PUC) se pregunta si la escuela está aprendiendo de su experiencia.
La respuesta: sólo algunas están aprendiendo y han salvado al conjunto de la educación pública de un desastre mayor.
A nuestro juicio, se requiere disponer en la red, prontamente, de una recopilación de las mejores prácticas en la educación pública en Chile y en aquellos países de los cuales podemos aprender otras experiencias.
SIMCE 2005 muestra que muchos niños no están aprendiendo bien en las escuelas públicas, a pesar del esfuerzo de los propios alumnos y de sus maestros.
Estos resultados son un llamado a introducir los cambios necesarios. Son incompatibles con el avance actual y futuro del país. Señalan atraso y tercermundismo en una institución importante, en un país que, por algunos indicadores ya no es colocado entre los subdesarrollados, sino entre países de desarrollo medio.
La falta de solución afecta a gran número de niños. En entredicho ha quedado ahora no solo la política nacional de educación pública, sino también una buena parte de los estudios, recomendaciones y reportes sobre los que ésta se ha apoyado.
A la educación pública le sucede lo mismo que a muchos: aún no vive los beneficios de la globalización y conoce, vía el programa Enlaces, sólo algo de la expansión de las tecnologías.
Dotar al aula y a los niños de modernas tecnologías educativas haría una gran diferencia; significaría entregar a los principales actores –alumnos y maestros– las herramientas modernas para que ellos mismos hagan su parte del esfuerzo. No solo es el camino más corto, es también el más productivo.
¿Podrá el actual sistema municipal de educación básica soportar una modernización? ¿El aula moderna? ¿Aquella de las pizarras electrónicas y de los portátiles educacionales con conexión Internet para los alumnos? Aparentemente no puede. Pero, dejados a la rutina actual, muchos niños serán los últimos en obtener los beneficios de la tecnología educativa de forma generalizada, a pesar de ser ellos, potencialmente, los más diestros.
La autoridad debería recuperar el ideario de la escuela pública como una institución nacional, como lo hacía para el primer centenario, por supuesto que con los ingredientes modernizadores en recursos humanos y tecnológicos que la lleven a la excelencia. En esa época, se pensaba en ella como la escuela de pobres, de aprender a leer y escribir. Hay que preguntarse si la Concertación no habrá subestimado el rol de la escuela, conservando un sistema municipalizado donde los alcaldes no parecen tener alma de maestros y pedagogos, ni tampoco la capacidad para modernizar el sistema.
Es una buena oportunidad para multiplicar los incentivos tecnológicos en la educación.
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