Un post de Arturo Durán.
Se trata de un agudo análisis comentado de Jesús Redondo y Rodrigo Cornejo. Quisiera aprovechar la ocasión para reaccionar confesando la profunda intranquilidad que me causa ver las sanciones a las que autoridades tales gobierno, gobiernos locales y directores de establecimientos someten a los jóvenes dirigentes secundarios.
Se observa un estilo - inusual en el mundo democrático occidental - formado por una asociación - casi ideológica - de espíritus sancionadores que hacen política en el área gris de las represiones - y en estos meses se ha dedicado a perseguir a dirigentes estudiantiles - imagino con el fin de restablecer el Orden.
Yo mismo tenía en mente un título más drástico cuando se me hizo evidente que las autoridades estaban desarticulando toda iniciativa de protesta. Inhibir o desarticular un movimiento estudiantil de protesta - tarea en la que se empeña actualmente un gobierno algo obsesivo por el orden - configuran medidas que producen dudas acerca de la calidad de la política.
Una represión solapada muy poco digna y muy alejada de las expectativas y esperanzas que la presidenta Michelle Bachelet había abierto de traer un espíritu joven al gobierno.
Yo había pensado, frente a esto y en mi fuero interno, otro título: Santiago no es Caracas.
Se trata de un agudo análisis comentado de Jesús Redondo y Rodrigo Cornejo. Quisiera aprovechar la ocasión para reaccionar confesando la profunda intranquilidad que me causa ver las sanciones a las que autoridades tales gobierno, gobiernos locales y directores de establecimientos someten a los jóvenes dirigentes secundarios.
Se observa un estilo - inusual en el mundo democrático occidental - formado por una asociación - casi ideológica - de espíritus sancionadores que hacen política en el área gris de las represiones - y en estos meses se ha dedicado a perseguir a dirigentes estudiantiles - imagino con el fin de restablecer el Orden.
Yo mismo tenía en mente un título más drástico cuando se me hizo evidente que las autoridades estaban desarticulando toda iniciativa de protesta. Inhibir o desarticular un movimiento estudiantil de protesta - tarea en la que se empeña actualmente un gobierno algo obsesivo por el orden - configuran medidas que producen dudas acerca de la calidad de la política.
Una represión solapada muy poco digna y muy alejada de las expectativas y esperanzas que la presidenta Michelle Bachelet había abierto de traer un espíritu joven al gobierno.
Yo había pensado, frente a esto y en mi fuero interno, otro título: Santiago no es Caracas.
[Extracto]
"La semana comenzó con la expulsión de siete estudiantes del Liceo Amunátegui y la “extrema condicionalidad” para 8 niños y niñas más que participaron en las movilizaciones estudiantiles iniciadas hace algunas semanas. Expulsiones que surgen como consecuencia de las recientes tomas de establecimientos, que exigen el fin a la municipalización, al sistema de subvenciones y al lucro en educación. Se trata de temas ya consensuados entre los expertos y que no han sido implementados eficientemente por el Gobierno.
La respuesta ante la movilización social ha sido drástica e inapelable: violentos desalojos en todos los establecimientos, reacción que evidencia una política de “desalojocracia” que proscribe el derecho de los jóvenes a manifestarse y movilizarse por lo que ellos crean pertinente.
La prensa ha mantenido silencio ante la autoritaria reacción del Gobierno y los municipios...
Tenemos a más de 200 estudiantes afectados por expulsiones, cancelación de matrículas o amedrentamientos y hay muchos más que quedan en el anonimato. Los jóvenes que se movilizan por sus derechos no pueden ser “criminalizados”. Eso no lo resiste ningún sistema que se precie de democrático. Hoy se requiere de una solución urgente a esta situación de vulneración de derechos. "
[ ¿No estábamos de acuerdo en resguardar el derecho a la educación?, por Jesús Rodondo y Rodrigo Cornejo, Observatorio de Políticas Educativas, Universidad de Chile |El Mostrador, 28/6/2007]
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