LA TERCERA, Gary Stahl, 28/04/2011
Los episodios de violencia escolar no se dan de un día para otro. La gran mayoría son el desenlace final de largos procesos.
LOS DATOS entregados por la encuesta de bullying aplicada a alumnos de segundo medio, en el contexto del Simce 2010, no hacen más que constatar una situación que ocurre en todos los establecimientos educacionales del país y que constituye una grave vulneración al derecho a la educación que tienen todos los niños, niñas y adolescentes. Porque este derecho no sólo implica poder asistir y permanecer en la escuela, sino que también considera recibir un buen trato en ella.
Ahora bien, a pesar de ser una situación que no es ajena a prácticamente ningún colegio, escuela o liceo, no deja de ser preocupante que un 86% de los alumnos diga que han sido testigos de insultos y burlas con cierta frecuencia hacia otros compañeros y que las peleas ocurran en el 71% de los casos. Cuando se buscan las causas de este fenómeno se tiende a apuntar a la familia y a la situación social del agresor, dejando un poco de lado el rol que juega la escuela en este tema. Si bien esos factores influyen, diversos estudios indican que resulta muy gravitante lo que el establecimiento educacional haga o deje de hacer en este ámbito.
Los episodios más graves de violencia escolar no surgen de un día para otro. La mayoría de ellos son el desenlace final de largos procesos. De allí que estar atentos a conocer y orientar las formas en que se relacionan los estudiantes, y los adultos de la escuela con los estudiantes, es fundamental. La promoción de una buena convivencia es el mejor camino para reconocer y prevenir la violencia escolar.
El sistema escolar debe ser capaz de transmitir qué es lo que espera de los niños y niñas, ya que en la medida que las conductas prosociales sean las valoradas en la escuela, la convivencia mejora. Contar con reglas claras y compartidas es un imperativo. Además de identificar las faltas, hay que proponer medidas de apoyo para los involucrados que destaquen las actitudes y conductas valoradas. También es clave promover la participación activa de los niños en la prevención de la violencia y la construcción de la convivencia escolar. Además de ser muy efectivo -evita las agresiones- es claramente formativo, ya que favorecer la participación de los estudiantes tiene efectos virtuosos.
Para que las escuelas puedan desarrollar esta tarea requieren apoyo, necesitan tiempo y herramientas para diseñar una aproximación adecuada al tema de convivencia escolar, para trabajar con las familias, conocer buenas experiencias, aprender de ellas y contar con apoyo de especialistas para la resolución de los casos más complejos y graves.
Los datos presentados por la encuesta muestran que en aquellos establecimientos en que hay una buena convivencia escolar, los alumnos identifican algunos factores en común. Existe respeto entre todos los integrantes, reglas claras y se integra a los niños en la búsqueda de soluciones.
Todo lo anterior muestra que el sistema educativo chileno (sostenedores, colegios, docentes, estudiantes, familias y Mineduc), tienen un rol irreemplazable para enfrentar esta situación y mejorar la convivencia escolar. Sólo así se podrá asegurar a todos los niños y adolescentes el pleno derecho a la educación, tal como lo establece la Convención sobre los Derechos del Niño.
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