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15-07-2008

Chile | A propósito de un conflicto entre una adolescente y la Ministra de Educación.

CiberAmérica | Un post de arturo durán

Tan pronto cesen las actuales cadenas de solidaridades para las dos actoras del conflicto, sería pertinente generar nuevas condiciones, menos conflictivas, para tratar diferencias en política educacional que permitan reflexionar, discutir y aportar soluciones al conflito principal que es la violencia en la sociedad chilena. Supone gestos pertinentes de generosidad y de flexibilidad por ambos lados.  

No se trata aquí  de entender en el sentido de solidarizar con la acción de la joven, pero sí de cuidar la integridad de una adolescente.  Su agresión a la ministra  no debiera   llevar a  la actual sobrereacción institucional de alarmismo y escalamiento verbal  de declaraciones que han subido la tipificación política del hecho (ataque a la democracia/anarquía/caos) y menos aún a la sanción arbitraria y autoritaria cómo la del alcalde  que ordena su expulsión mientras la respuesta de la  propia Ministra de Educación es contradictoria.  Lo sucedido a la ministra (y ahora a la alumna) es indicador de una conflictividad educacional relativa ahora a la lógica de los sentimientos, manifestación de  profundización de la prolongada crisis educacional. Estrés que han vivido alumnos y maestros por tercer invierno en  condiciones de crisis de gestión institucional y de políticas educacionales. Es un fenómeno parecido a la lógica del estrés que luego de un tiempo profundiza su efecto y se hace sistémico.

El gobierno, absorto en la búsqueda de soluciones a temas de gobernabilidad e institucionalidad,  en la promoción de comisiones y  proyectos de Ley, ha perdido sensibilidad frente a lo que el mismo  ha dado denominar ‘minorías’ estudiantiles en una era que, por el contrario,  se caracteriza por aspirar al respeto a las minorías y a la diversidad. Se percibe una propensión a ignorar argumentos que incomodan. Se comenta que el ejecutivo ha dejado de escuchar. Y en ciertas intervenciones ya se advierte la arrogancia del poder.

En el relato de la alumna,  la Ministra Jiménez  la ignoró en el momento que ella le presentaba sus argumentos y pruebas del maltrato que ella y sus compañeros habían sufrido por la represión reciente. Lo que no justifica la respuesta agresiva de la joven pero es un factor escasamente publicado de la situación. Resulta asombroso que la autoridad ni siquiera mire a la joven cuando esta le hablaba. Paradojalmente, el tema que la adolescente intentaba presentar a la atención de la Ministra Jiménez era el maltrato y la violencia sufrida por ella personalmente y por sus compañeros/as en manos de la represión y las detenciones. No es una historia única – a más de dos años de la rebelión masiva de los secundarios, son miles los menores que pasaron por la violencia de la detención en las protestas.

Se trata, a ser sincero, de una sociedad que según los mejores estudios a mano, se caracteriza por un alto grado de maltrato infantil. Según UNICEF, en nuestro país, tres de cada cuatro menores han sufrido algún tipo de maltrato. En la mayor parte de los casos es violencia intra-familiar. Sin embargo, también la profunda crisis educacional ha generado un grado de violencia que se manifiesta en las calles y en la represión. Si se piensa en esos dos ámbitos de violencia – intrafamiliar y de represión a las protestas de secundarios – puede uno sólo imaginar la gravedad de ésta en la sociedad chilena y en la juventud adolescente.

Es un dato que es necesario tener en mente al considerar un caso particular de agresividad de menores, como es el caso de  la alumna que arrojó agua a la ministra.  Su agresión ocurre en una sociedad  que persiste en ignorar el significado de su propia generalizada violencia hacia la infancia en la familia y hacia los jóvenes en sus protestas por una mejor educación. Un asunto complejo, que sin embargo, tras escuchar a la joven alumna, es consistente.

Ella debe aprender a manejar su ira con apoyo de su familia, de profesores y profesional. Pero no es la expulsión, como si viviéramos en la sociedad orwelliana 1984 – la respuesta adecuada. Las autoridades deben, por su lado, aprender a escuchar y preguntarse el por qué los jóvenes tienen esa conducta agresiva y violenta.

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